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Enséñale a tu hijo a ganar y a perder con estilo

  • Elena Cuétara
  • 16 jul 2017
  • 8 Min. de lectura

Hoy en día se habla de la competencia como algo negativo. Existe la tendencia por parte de algunos padres y profesores a evitar las competencias en las escuelas o a declarar a todos los niños ganadores para evitarles a toda costa la frustración que supone enfrentarse a una derrota. Nuestros niños crecen llenos de halagos y con la firme idea de que merecen todo. Para evitar decirles que perdieron, algunos padres les dicen que ganaron el segundo lugar.


Sin embargo, los niños saben perfectamente bien, que a pesar de que todos lleven trofeo, un equipo metió más goles que otro en el partido o uno de sus compañeros logró deletrear más palabras correctamente en el concurso.


Algunos padres procuran evitar que sus hijos participen en actividades que les representen un reto o les puedan parecer molestas y otros pretenden que sus hijos participen en todas las actividades que se les presentan aunque no cuenten con las habilidades o la preparación necesarias. Ambos extremos son igualmente dañinos para los niños.


La competitividad nos ayuda a superarnos a nosotros mismos, nos ayuda a mejorar en determinadas áreas, siempre y cuando logremos evitar que ganar se convierta en una obsesión.


Los expertos concuerdan en que es imposible garantizar que a lo largo de sus vidas, jamás tendrán que enfrentar situaciones de fracaso y que lo mejor es prepararlos para afrontar y aprender a manejar frustraciones y desilusiones.


A través de una competencia sana, los niños aprenden a respetar turnos, a solucionar conflictos, a trabajar en equipo, a buscar el bien común, a asumir que los errores nos ayudan a mejorar, a perseverar y a trabajar duro para alcanzar sus metas.


La clave está en generar un ambiente donde se celebre el esfuerzo tanto como la victoria, ya que los niños aprenderán a dar lo mejor de sí más que a valorar el premio.


Los niños son competitivos por naturaleza. La competencia es un impulso innato del ser humano que busca la superación. Esto lo podemos observar inclusive cuando son muy pequeños. Los niños compiten por la atención de sus papás, por los juguetes, por los alimentos e inclusive por el espacio. Ya en la etapa escolar, los niños compiten por obtener las mejores calificaciones, ganar medallas en actividades deportivas o un lugar en distintos eventos académicos.


Y a pesar de que parece una lección muy simple de enseñar, nuestros hijos deben saber desde muy pequeños que UNAS VECES SE GANA Y OTRAS SE PIERDE.


En ocasiones, no ganar provoca ansiedad y frustración en los niños. A algunos de ellos los lleva a evitar participar en competencias para evitar el riesgo y a otros a buscar la victoria haciendo trampas. Esto los puede llevar al aislamiento o provocar rechazo por parte de sus pares.


Por ello, es nuestra labor como padres enseñarles que perder es parte de la vida misma y que es prácticamente imposible evitar que de cuando en cuando se enfrenten a una derrota. Nos corresponde enseñarles a ganar y a perder con estilo.


Enséñales a ganar. Ganar les hará sentir una gran satisfacción sobre todo cuando sea el resultado de un esfuerzo sostenido en el tiempo. Ganar les dará el empuje necesario para continuar buscando nuevos triunfos. Y la única forma de aprender a ganar, es ganando. Hay que mostrarles que para ganar hay que hacerlo sin trampas, sin vanagloriarse y sin humillar u ofender al rival. Hay que enseñarles a reconocer el esfuerzo realizado por el contrincante, respetándole y reconociendo su mérito al competir. Los niños ganan por ejemplo, cuando obtienen buenas notas en un examen tras unas horas de estudio o cuando obtienen una victoria en una actividad deportiva. Cuando ganan, hay que enseñarles a disfrutar del triunfo pero con mesura.


Enséñales también a perder. Enséñales a aceptar la situación sin buscar justificarse a toda costa. Buscar excusas para justificar la derrota solo le ayudará a crear una realidad donde no es él quien debe mejorar sino que lo que debe cambiar es todo su entorno. Es así que el niño aprenderá que la calificación que obtuvo en el examen es culpa de su profesor y jamás se dará cuenta de que un mejor resultado en el próximo examen depende en gran parte de un mayor esfuerzo suyo.


Hay que aprender a superar la derrota para evitar que nos frene en futuros intentos. La derrota duele u supone una decepción. Nuevamente la única forma de aprender a perder es perdiendo. Y aunque esto puede parecer extraño, porque como padres, queremos que nuestros hijos sean exitosos, debemos entender que el éxito no se mide en medallas, trofeos, diplomas o calificaciones, sino en la capacidad que van demostrando en las distintas etapas que enfrentan al crecer.


Debemos enseñarles a superar las dificultades, a superarse a sí mismos, a solucionar problemas y a aprender de sus propios errores. Es importante que aprendan a disfrutar lo que hacen, sabiendo que no pueden ganar siempre ni ser los mejores en todo. Los padres deben enseñar a los hijos a ganar y a perder de una manera natural, permitiéndoles vivir ambas experiencias.


Cómo enseñarles a ganar y a perder con estilo:

  • No intentes complacerlo en todo. Ayúdale a aceptar un NO como respuesta. Por ningún motivo cedas ante un berrinche o una rabieta.

  • Jueguen en familia. Haz de éste un momento divertido y aprovecha la oportunidad para enseñarle que el ganador no debe alardear de su victoria ni humillar a su contrincante. Cuida no transmitir el mensaje de que perder es algo vergonzoso.

  • Déjalo ganar de cuando en cuando. Cuando consideres que se ha esforzado lo suficiente, entrégale la victoria. Cuando el ser humano saborea el éxito, es normal que quiera más y se esfuerce por lograrlo. Aprovecha para enseñarle que al ganar no es necesario alardear ni mucho menos humillar al perdedor.

  • Déjalo perder. Algunos padres de familia dejan ganar constantemente a sus pequeños pensando que eso les ayudará a conformar una mejor autoestima, sin embargo, esto únicamente impide que aprendan a manejar la situación cuando pierden y fomenta una baja tolerancia a la frustración. Cuando tu hijo pierda, aliéntalo a felicitar al que ganó manteniendo una actitud cordial en todo momento.

  • Ayúdale a identificar y admitir si la causa de su derrota fue una equivocación suya, una falta de esfuerzo, o simple y sencillamente que su oponente lo ha hecho mejor.

  • Enséñale con tu ejemplo. Más allá de tus palabras, tu hijo aprende a través de tus reacciones. ¿Cómo reaccionas cuando tu equipo favorito gana o pierde? ¿Haces trampa para ganar un lugar preferente en la fila de un evento? ¿Mientes con tal de obtener lo que deseas? Tu hijo está al pendiente de todos tus movimientos. Si en alguna ocasión pierdes, ya sea en un juego, una competencia deportiva o una oportunidad profesional, comparte con él tu experiencia y permítele ver que no ocurre nada malo en ti y que por el contrario, lo utilizas para aprender de la experiencia sin “soltar la toalla”.

  • Anímalo a participar en distintos tipos de eventos y ayúdale a prepararse para los mismos.

  • Enséñale a respetar las decisiones de los jueces o los árbitros. Y para hacerlo, debes empezar por poner el ejemplo y evitar cuestionar las mismas constantemente.

  • Detecten juntos cuáles son sus fortalezas. Donde recaen sus habilidades. Y busquen la forma de desarrollarlas hasta su máximo potencial. Así el niño que es bueno en los deportes podrá destacar en esa área y el niño que tiene habilidades artísticas también encontrará su lugar.

  • Enséñale a alegrarse por los demás. Ayúdale a ver que la derrota de uno es la victoria del otro y a desarrollar la empatía necesaria como para alegrarse por el bien ajeno.

  • Observa a tu hijo y por ningún motivo le permitas hacer trampa o tratar de aprovecharse del otro. Establezcan las reglas del juego y asegúrense de que todos las obedezcan. No le permitas cambiar las reglas a su conveniencia, aun cuando sea su territorio o el juego sea de su propiedad. Enséñale lo que es el juego limpio.

  • Enséñale que lo importante es dar lo mejor de sí durante el proceso y que la meta debe ser mejorar el propio rendimiento, más que ganarle a la otra persona. Reconoce su esfuerzo y felicítalo por el solo hecho de participar.

  • Reconócele cuando pierda con gracia. Algunos padres tienden a alabar a sus hijos cuando ganan, pero olvidan hacerlo cuando pierden y mantienen una actitud positiva. Los elogios positivos cuando mantienen el esfuerzo y manejan bien la frustración al perder son sumamente valiosos. Hacerle ver que estás orgulloso porque sabe perder como un campeón marcará una diferencia.

  • Edúcale en la perseverancia. Enséñale que la derrota no debe llevarnos al abandono. Que se gana más cuando se asume la derrota y se persevera para vencer en la próxima ocasión.

  • Hazle sentir tu empatía, comprensión y apoyo cuando gane y cuando pierda.

  • Utiliza el sentido del humor. Ríete cuando te equivoques y cuando las cosas no salgan como las habías planeado.

  • Vean juntos eventos deportivos y platiquen acerca de las conductas, positivas y negativas, tanto de los ganadores como de los perdedores. Recálcale las cosas positivas del juego más que la importancia del marcador.

  • Lean juntos historias de éxito en las que pueda darse cuenta de que todas las personas exitosas han tenido que aceptar algunas derrotas antes de alcanzar la cima.

  • Enséñale la diferencia entre cooperar y competir. Evita convertir las actividades cotidianas en competencias. Evita frases como “El primero en terminar gana.”

  • Explícale la diferencia entre hacer las cosas lo mejor posible y hacer las cosas mejor que los demás. Son dos cosas totalmente distintas. Tratar de ser el mejor en algo y no logarlo solamente carga al niño de frustración y culpabilidad si no lo consigue.

  • Hazle ver la diferencia entre contrincantes y enemigos. Un contrincante es alguien con quien tienes algo en común (como el gusto por un deporte o el interés por obtener un buen promedio escolar). Un contrincante te ayuda a ser mejor al provocar que intentes dar lo mejor de ti. Un enemigo es alguien que te desea un mal y espera que fracases.

  • Pon límites a su enojo. Enséñale que se vale enojarse, pero no se vale insultar, ofender, golpear, patalear, ni demás conductas que se consideran anti-deportivas. Si es necesario, exclúyelo del juego hasta que logre tranquilizarse. Permítele expresar su frustración, pero de una manera tranquila.

  • Explícale lo que puede suceder si se enoja al perder. Es necesario que comprenda que una reacción negativa puede provocar que los demás ya no quieran jugar con él en el futuro.

  • Evita exigirle que destaque en todo. Lo único que lograrás es que se esfuerce por ganar a cualquier precio en lugar de enseñarle a trabajar duro y entrenar para lograr lo que desea. Enséñale que lo que los acerca o aleja más al éxito es el esfuerzo más que la suerte.

  • Bríndale tu cariño y atención tan solo por el hecho de participar, de intentarlo y de esforzarse. Dile cuán orgulloso estás de él tan solo por haberlo intentado. Así evitarás que crea que el cariño está directamente relacionado con la victoria y no con su esfuerzo.

No hay forma de que asegurarle el éxito en el futuro a nuestros hijos. Debemos prepararlos para el mundo real, en el que a veces se pierde y a veces se gana. En el que, en ocasiones, por más que nos esforcemos, nos enfrentamos a un contrincante mejor preparado que nos gana la partida.


Hasta que uno no cae, no aprende a levantarse. Y aprender a levantarse es una de las lecciones de vida más importantes para el ser humano.


Si nuestros hijos aprenden a ganar y a perder con estilo desde la infancia, se convertirán en adultos competitivos en el área profesional y personal, encaminados hacia el logro de objetivos pero con la fortaleza suficiente para tolerar las pequeñas frustraciones que inevitablemente nos presenta la vida. El adulto que sabe perder no ve la derrota como algo personal, sino como algo que ocurre de manera natural pero que puede cambiarse. Ve la derrota como una oportunidad para superarse, mejorar y aprender.

 
 
 

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